Entre todas las cosas que tenía guardadas, Andrés encuentra un cuaderno que en algún momento dio por desechado. Al abrirlo, se encuentra con fotos, cartas y recuerdos que ya le son indiferentes pero no entiende por qué vuelven a él. Lee cada página y solo piensa en cómo pudo ser tan iluso, tan ingenuo e infantil.
Se pregunta que será de ella, si es feliz, si ha logrado los sueños postergados por un imposible. Recuerda también que ella nunca lo dejó caer en los momentos más difíciles de su vida, pero así y todo para él no fue suficiente. Piensa en hacerle llegar ese cuaderno de tapas amarillas mas teme su reacción: con una mujer despechada nunca se sabe, se dijo a modo de consejo.
Entonces hace lo que cree más sensato. Toma unas tijeras y rompe el cuaderno, tratando de no dejar algún rastro de ese pasado que creyó en el olvido. Al botar a la basura los restos, sentía como su pecho comenzaba a sentirse apretado y un nudo en su garganta le dificultaba respirar.
¿En verdad todo aquello ya no le afectaba?
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