sábado, 9 de marzo de 2024

La Flaca

 Cuando era niña, el living comedor de mi casa tenía piso de madera. De día, pasarle virutilla y encerarlo era lo más emocionante que podía pasarle a ese piso. Por la noche, la cosa era diferente.

 Puedo decir que se escuchaban pasos. Fuertes, decididos y en tacones. Unas noches solo oíamos esos pasos, otras se sumaba un fuerte aroma a cigarrillo. Al principio, pensábamos que era mi papá quién se levantaba a fumar por la noche. El problema era que, si bien era la única persona fumadora, nunca lo hacía de madrugada, menos lo hacía al interior de la casa y podíamos escuchar sus ronquidos mientras los tacones se paseaban por parte de nuestro living comedor. Ah, mi papá nunca usó tacones. O al menos, nunca nos enteramos de eso.

 Puedo decir que a veces era entretenido escuchar los tacones, porque me imaginaba a una mujer hermosa, de cabello largo y ondulado, con aspecto de personaje de novela/película noir (si conocen a Verónica Lake, ella fue mi referencia) y podía inventale muchas historias. Otras veces, era tanto el ruido y el olor a cigarrillo, que no nos dejaba dormir y la queja por la mañana era "qué le pasaba a La Flaca, que se paseaba como enojada y fumaba como contratada".

 Cuando cambiaron el piso de madera por uno de cerámica, con mi familia creímos por algún momento que La Flaca no volvería a ser escuchada. Eso pasó, pero duró un par de meses. El sonido de los tacones, chocando con la cerámica, era aún peor que el anterior y no sabíamos qué hacer para dejar de escucharlos. Mi mamá todas las semanas hizo sahumerios de limpieza, rezaba; creo que hasta sacerdotes llegaron a hacer cosas ahí.

 La presencia de La Flaca empezó a disminuir cuando a mi papá le diagnosticaron cáncer pulmonar. Se escuchaba dar pasos lentos, cuidados y el aroma a cigarrillo bajó de intensidad. Alguna vez le pregunté a mi mamá y papá si sabían quién podía ser esa fuerza energética que nos acompañaba y ninguno logró dar con su identidad. Al morir mi papá, fue la última vez que sentimos a La Flaca en casa. Creo que su labor era acompañar a mi papá hasta su último suspiro. Creo en pocas cosas, quiero creer en esto.