Desde que tengo recuerdo, me consideraba una persona con capacidad de perdón y que podía seguir con mi vida dejando atrás el dolor sin más. Eso, hasta que conocí la rabia. Sentirla no es grato. Independiente de las circunstancias que originen dicho sentir, pareciera que no hay solución que le pueda dar termino.
Aún no estoy lista para hablar acerca de lo que me lleva a sentir esta rabia. Solo puedo expresar esto de forma escrita e incompleta. A esta rabia le acompaña una sensación de injusticia, de herida abierta, que no deja de doler.
Hay días en que la rabia me ciega, me vuelve agresiva, violenta, soez e irrespetuosa. Otras veces, me derrota y me encierra en mis pensamientos, aislándome del mundo. Trato de disimular, de no mostrar este sentimiento negativo, mal mirado y es necesario el disimulo porque si la rabia se descontrola puedo herir a quién no tiene arte ni parte.
Me duele la rabia. Me hace mal, me pone triste y ya estoy cansada de la tristeza. Sin embargo, no sé sacarlo de mi sistema. No sé canalizar todo esto. Siento temor por lo que pueda pasar si sigo llevando la rabia sobre los hombros.