miércoles, 27 de abril de 2022

Bandera Roja

 Por mucho, mucho tiempo, dije que atraía a cierto tipo de hombre: sacoweas. Aquel que solo ve por satisfacer sus necesidades y aumentar su ego, sin importar lo que yo podía o no sentir. Recientemente, he notado que ya no es tan así y se han acercado buenos hombres, que al menos conocen y aplican la responsabilidad afectiva, lo que se agradece.

 Pero, ¿Qué pasaría si soy yo la sacowea?

 Lo más probable es que todo este tiempo he sido yo la del problema. Años de inseguridad, desconfianza, depresión, una cuota de inmadurez, todo eso va sumando. Y no los culpo por querer salir arrancando de una mujer tan problemática, soy consciente de que soy todo lo descrito anteriormente. Igual, debo darles un mérito a medias, porque vieron las banderas rojas pero nadie dijo nada para poder hacer algo al respecto.

 Reconocer todo esto es un paso importante y bastante difícil de admitir, pues implica dejar el ego de lado y eso es una zona de confort muy complaciente. Ahora, lo que se viene es tan o más importante que reconocer aquello negativo que soy que es trabajar en mejorar todo eso, pues no me gusta ser/sentirme así. ¿Cómo saber si tengo las herramientas para enfrentar un cambio así? ¿Puedo sola con esto o debo recurrir a alguien? ¿A quién le pido ayuda?

 El proceso tomará tiempo. Mucho. También implica dejar de intentar involucrarme románticamente por un buen tiempo (honestamente, nadie tendría la paciencia para ser parte de algo así) y es lo más sensato que he hecho en un montón de tiempo.

jueves, 21 de abril de 2022

Lee mi Cabeza

 Lucas pensaba que su relación con Isabel no tenía futuro. 

Él siempre fue un hombre inseguro pero que aprendió a expresar lo que sentía en forma tranquila, respetuosa y cuidadosa. Asertividad, le dicen. Isabel, dentro de su carácter coqueto, era insinuante en sus peticiones y esperaba que su "andante - peor es ná - casi pololo" supiera siempre lo que ella quería o deseaba. Ahí, comenzaban los problemas y el último fue la gota que derramó el vaso.

- ¡Si lo tengo que pedir, entonces no lo quiero!

- ¿Pero cómo quieres que sepa qué quieres para tu cumpleaños, si no me lo has dicho?

- Tienes que estar atento a mis necesidades. No sé qué tan terrible puede ser eso.

- ¿Acaso crees que soy adivino? Llevo semanas preguntando qué quieres para ese día y siempre es la misma respuesta.

- ¿Es que no me quieres? Si lo hicieras, sabrías qué hacer.

- No se trata de eso y lo sabes. Todo esto se puede evitar si me dices lo que quieres ¡Pero no! Tienes que salirte con la tuya y transformar algo simple en un drama.

- ¿Drama? ¡Ahora soy dramática! 

- ¡Isabel! - Lucas trata de controlar su voz, al notar que esta se alzaba - sabes que te quiero y que hago lo que esté a mi alcance para que está relación funcione, pero no doy más - baja la cabeza antes de continuar - somos adultos y se supone que los adultos conversan sus diferencias, buscando soluciones. Sin embargo, siento que hablo con una niña que quiere jugar a las adivinanzas y no sé leer los pensamientos de nadie, menos los tuyos. Lo siento, pero hasta aquí llegué.

Isabel, con los ojos llenos de lágrimas y con muchas preguntas en su cabeza, mira como Lucas deja su casa y esta relación que a ninguno hacía feliz.