viernes, 28 de enero de 2022

Ternura

 Cada vez que se veían, el sexo era increíble. Ambos eran irresistibles para el otro y la química que había entre ellos era algo difícil de disimular y controlar. Era sexo casual: sin ataduras, afectos ni compromisos. Ambos acordaron mantener su palabra y han cumplido. 

Uno de sus encuentros más intensos se da cerca del mar, donde ni la gente ni la playa les impide ocultar su deseo. Llegando a la residencia donde se hospedaban, la ropa era el estorbo del placer, donde no quedó lugar sin explorar ni donde los gemidos no se oyeran.

Después de un orgasmo intenso, ella de pronto siente ganas de llorar. No es usual este comportamiento en ella, por lo que pide disculpas a quién le acompaña. Él la abraza, acaricia su cabeza y le dice que está bien, que debe expresar lo que siente, sin juzgarla. Ambos quedan en silencio. Un silencio cómplice, cómodo, que luego da pie a muchos orgasmos más.

Un momento de vulnerabilidad, con la desnudez de los cuerpos y el alma, cargó de ternura un instante fugaz. Y por un segundo, el sexo no fue casual.