Antes de la cita, nos habíamos visto un par de veces, con el colega profesor de por medio, hasta que decidimos vernos en un bar. Toda la conversación giró en torno a su entrenamiento, alimentación, rutina de ejercicios, mostrando cero interés en algo más. Yo, aburrida y con dos schop en el cuerpo, no se me ocurre nada mejor que pedirle si me deja tocarle las calugas. Él se levanta la polera y aproveché de manosear esos pectorales y ese abdomen marcado, frente a toda la gente que estaba en la terraza del bar.
Sí, la sensación de tocar su cuerpo fue exquisita, pero insuficiente para pasar a algo más con él, así que cada quien pagó su consumo y nos fuimos hasta el metro juntos, le di las gracias y me fuí. Nunca más supe de él ni volví a salir con hombres muy minos (tampoco soy su target, pero eso da para otra historia).
No hay nada más seductor que estimular la cabeza, tener tema de conversación, escuchar y ser escuchados. El físico es nada sin un interés real, aunque sea para algo casual.