Tengo un antecedente muy malo acerca de mi potencial como sicópata.
Era muy chica, 19-20 años, y estuve hospitalizada cerca de dos semanas. Ahí conocí a un doctor: joven, alto, delgado, de manos grandes, ojos pequeños y sonrisa hipnótica. Además, tenía un nombre poco usual y ese dato me sirvió un montón para cumplir mi misión stalker.
Él estaba a cargo de ver a las pacientes de los dormitorios en donde me habían dejado. Las otras pacientes no lo tomaban mucho en cuenta mientras yo me ponía muy nerviosa cada vez que lo sentía hablar con la enfermera de turno. Una tarde, conversó conmigo por mucho rato y nos dimos cuenta de que teníamos gustos en común: literatura, música, cine, entre otras cosas. Yo, toda babosa, sentí que era el destino quien me lo había puesto en mi camino (chequeteeeeta). Las conversaciones eran frecuentes y creí que era algo especial. Hasta que me dieron de alta.
En ese tiempo, Internet no era la herramienta masiva y útil que es hoy, así que recurrí a lo que tenía a mano para averiguar más de mi adorado doctor. Busqué su curioso nombre en las guías telefónicas y di con su número de teléfono y su dirección, que quedaba muy cerca de mi casa (el destino, jajajaja). Reconozco que me sentí entre eufórica y nerviosa pues era primera vez que me fijaba en un hombre y me gustaba tanto. Así que un día me armé de valor y fui a ver si efectivamente era su dirección.
Una vez allí, me quedé cerca de la casa, cuya dirección había anotado en un libreta pequeña, que siempre llevaba conmigo a todos lados, mirando si aparecía en cualquier momento. Después de esperar cerca de tres horas, llegó el doctor de mis sueños y en ese momento sentí algo que me frenó. La voz de mi conciencia me decía que no me acercara pues no sabía cómo iba a reaccionar y me asusté. Obvio. Con penita, me fuí de ahí, pasé por su lado sin mirar atrás.
Hasta el día de hoy me sorprende lo que pude lograr solo con obsesionarme con alguien. ¿Me agradó? El proceso de averiguar, sí; fue muy entretenido, de hecho. El darme cuenta de que puedo hacer que alguien sienta miedo por verme rondar por su casa o lugar de trabajo, nunca me hizo sentir bien conmigo.
Solo ocurrió una vez. Lograr domar a tamaña bestia lo siento como un triunfo personal gigante. Sé que muchas personas ni siquiera lograr darse cuenta de que no es lo correcto y sus consecuencias, en la mayoría de las veces, no son las mejores.
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