viernes, 1 de mayo de 2020

Extrema

Soy de afectos extremos y no sé qué tan bueno sea eso.

Soy de las que quiere y ama con intensidad. Soy capaz de gritar todo lo que siento por una persona sin temor al ridículo. Doy todo, lo mejor de mí para hacer feliz al otro. Soy feliz en la felicidad del otro. A la vez, soy aquella que, cuando se acaba la intensidad, pasa a la indiferencia absoluta. No me entero de nada de la otra persona. Simplemente, deja de existir para mí.

Solo con dos personas he podido dejar de lado la indiferencia (y el orgullo, por qué no decirlo) y me ha servido para fortalecer el cariño, la comunicación, la honestidad. Con el tiempo, se han convertido en pilares de mi vida y no imagino mi vida sin ellos a mi lado. Sin embargo, son excepciones dentro de la regla.

Por mucho tiempo me he cuestionado la falta de equilibrio con mis emociones. De verdad, me encantaría saber qué hacer para obtener el balance y, a partir de eso, tener afectos más saludables. Creo que sería de gran ayuda comprender el origen de este comportamiento y, de esa forma, aprender a querer y amar sin ir a los extremos.


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