domingo, 12 de febrero de 2023

Marcar Territorio

 Carla llevaba un par de meses en el call center. Después de mucho tiempo, había encontrado trabajo en un buen lugar, con un ambiente relajado y un grupo variopinto de compañeras y compañeros. Por su entusiasmo, ella siempre le contaba su día a día a Cristian, su pololo de años. Al principio, él no prestaba mucha atención a los relatos de Carla, hasta que escuchó un par de nombres masculinos que le encendieron un par de alertas, mientras que a ella le eran parte de las anécdotas del día a día.

 Cristian empezó a escuchar las historias que le contaba su polola, buscando alguna inflexión de voz diferente o un brillo en sus ojos que alimentara su desconfianza. Sin embargo, solo encontraba historias de llamadas insólitas, clientes insolentes o coqueteos entre otras personas y Carla era una curiosa espectadora. Para él había algo más, algo que todavía no podía descifrar y que solo estaba en su cabeza.

 Una tarde, mientras Carla salía en grupo de su trabajo, ve a Cristian en la calle, con un arreglo floral enorme, un conejo de peluche y una caja de bombones. Para ella y quienes le acompañaban, era un gesto romántico de un hombre enamorado. Apenas ella se le acerca, le besa y agradece el gesto; él, sin mirarla y un tono seco en su voz, solo le dice "ya, vámonos". Tiempo después, Carla se da cuenta que ese día, Cristian hizo un gesto para marcar terreno y dejar de manifiesto su presencia. Desde entonces, agradece que sus parejas posteriores no hicieran esos gestos para "expresar" sus sentimientos.


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