Caminan en dirección al parque Bustamante, risas nerviosas y conversación casual les acompañan. Deciden caminar por las calles menos transitadas, evitando así a la autoridad policial que se encontraba en las grandes avenidas quienes podrían arruinar la cita.
El viento tibio les recuerda que podría llover en cualquier momento pero no les preocupa. Ríen suavemente, tratando de no llamar la atención. En cada paso, aumenta la tensión entre ellos. Pequeños roces de sus manos que, en forma inconsciente, evidencian la necesidad de sentir al otro.
Una calle vacía, bajan las mascarillas y sus labios se buscan desesperadamente. La respiración entrecortada, las manos tratando de tocar más piel de la permitida.
Comienza a llover. Cada gota en sus rostros, cada beso cálido, cada caricia les recordaba que estaban más vivos que nunca. Ese momento en donde un instante se vuelve eternidad.
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